Me castañearon las piernas. Las cuerdas. Y las corcheas. Si es que
alguna vez tuve de eso. Temblé al abrirle la puerta. Llevaba cuatro días
de retraso. O quizá toda la vida. Le desnudé. Sin preliminares. Sin
cuidado. Sin más. Le dejé desnudo. De cuerpo. Y de alma.
Esperaba
mucho de él. Mucho. Pero sabía que estaría a la altura. Que se reiría de
ella. Me tenía muda. Absorta. Y de rodillas. Como a Bécquer. Haz
conmigo lo que quieras. Le susurré. Le grité. Le dije. Con palabras. Con
las córneas. Con los dedos. Y así lo hizo.
Nunca me sentí más cerca de la
libertad. Sonreí. Y me retorcía cada vez que escuchaba salir la maldita palabra de su boca.
Libertaz.
Rememoraba todos los movimientos. Me enseñaba a cada línea que escribía
en mis oídos. Abría puertas. Aurículas. Ventrículos. Y pupilas. No
sabía que sería lo siguiente. Sin embargo no quería que el momento
terminase. Me despistaba. Me mantenía en vilo. Sabía sorprenderme.
Iluminarme. Claro que provocaba mis terremotos. No hacía falta que
apretase su estilo para que me desnudase. Tengamos estrellas. Seré la
luna si tú me dices cómo.
Me pidió que le bailara. Y a mí me
divertía. Mis brazos tirados con helio. Mi melena que quería que mis
costillas se riesen. Y mis caderas comenzaron a correr detrás de la
batería con el fin de atrapar el ritmo entre mis muslos.
Frené en
seco. Su gravedad se me agarró dentro. La de Newton. Y la de su tono.
Me vacila. Me provoca. Me conoce. Sabe que me encantan los cereales de
fibra. Él se folla los versos de los demás. Y yo quiero que esa maldita
canción haga
trabajos manuales en el camino que sigue a mis rodillas.
Me
incapacita. Anula mis funciones vitales. Vuelve voluntario todo aquello
que no lo es. Me importa una polla los babeos y el olor a alcohol. Es
más, ya sabes que me encanta. Y me [re]bautizo con su santa saliva para
llamarme Serah.
Me reclino en el sillón. Reptan por mi dermis sus
versos insensatos. Serpientes que arquean columnas. Y propagan
extremidades. Dudo de mi condición humana. ¿No serás tú uno de esos
encantadores flautistas? ¿Acaso si abro mi boca puedo asegurar que mi
lengua no es bífida? ¿Era el amor al sexo o al saxo sin amor lo que nos
guiaba? Y sin avisar [como traidoras] me muerden. El latido que habitaba
en mi coño se fuga a mi cabeza. Arde. Duele. Es el no poder devolverles
el brillo lo que vierte cataratas oculares. Es acabar así sin poder
evitarlo.
Pero si él lo dice no lo haré.
No me rendiré señor, a ti me debo.
Limpia el tono plomo. Succiona para quitar el veneno. Sabe poner puntos
simples. Colchoneros. E incluso grapas en mis heridas. No pregunta si
son quirúrgicas. O traumáticas. Deshace mi fatiga crónica cada vez que
se me cae el velo y veo la mierda terminal que nos acuna. Así es él. Me
salva. Porque sabe que aún soy una niña. Que no merezco poner sílabas a
mi dolor. Mi analgesia. Mi anestesia.
Hay quien dice que hay
palabras que cambian de piel y parecen más dulces. Haz un trueque de
piel por música. Esto ya es íntimo. Y tenemos compañía. Pero más
kamikaze soy yo por no parar. ¿Chica misteriosa? No creo. Más bien lo
contrario. Conmigo sí que tendrías un auténtico abrigo. Es lo que soy.
¿Te mareas?
Por fin. Aquí está. Nunca será tan hipnotizante como con
Dernier Domicile Connu.
Sin embargo es perfecta. Con y sin alcohol. Miro al suelo. Un palmo y
medio para pisar tierra. No creo que se pueda evitar[te]: No [l]evitar.
Es
constante. En la azotea. Y en el subsuelo. Antes de salir. En lo que
dicen los demás. En las salidas con Baco. Y en sus secuelas. Pero nunca
en mis sueños. Morfeo está celoso. Dicen que El Padrino es la respuesta a
todo. Yo creo que eres tú.
Me buscaron 16 veces por esos
renglones. Antes de que aparecieras. Sí. Señales. Tampoco sé dónde está
Adán. Podría hacer un pastel con la manzana. Y fumarme las hojas de
parra mientras espero. Sé que tú ya tienes Eva.
No te fíes. De ti salió eso de
más de lo que digo es lo que escondo.
Bien lo sabes. Está dentro de mí, no conmigo. Eso es a lo que yo llamo
ático. Mi infierno personalizado. Donde todo entra y poco sale. Por
suerte está tu empuje. Escucha. Escucha atento. Estoy
renaciendo.
¿Sabes que podrías llevar a la quiebra a todas las empresas farmacéuticas?
El prozac quiere llevarte a juicio. Sin embargo disminuyó el paro entre
los fisioterapeutas. No sabes cuántas contracturas hay de tanto
sonreír.
Volver a volver a empezar. Te salvó. Y ahora tomas el
relevo. Llega la primera que nació. ¿A qué altura estaré ya? Puedo
mofarme de las azoteas. Ando más arriba. ¿Cuánto tendré que esperar para
que el ritmo me diga eso? O mejor que el ritmo. Se elevan mis comisuras
a cada nota del bajo. El precio del poder. Esto es mejor que toda la
montaña de coca de Tony Montana.
Un invitado inesperado. Escandaloso. Nunca mejor dicho. Escandalosa manera de aojarme.
Bendito
el día que te nombraron para mí. Y la boca de la que saliste. No todos
tienen la suerte de encontrar en su camino jazzimientos.Mi Karma es un
buen chico.
Me plantan el postre delante. El buen sabor de boca
es proporcional a las ganas de más. Maldita suerte tiene la cariátide
que sostiene tu cuerpo. ¿De tu boca sale algo malo alguna vez? No hay
peritos capaces de evaluar tu grandeza. ¿Quién podría no tener después
de esto días largos suficientemente buenos?
Que gracias, joder. Gracias. Por los botes salvavidas. Por el milagro de 1980. Por el 799 de 4000.
Por lo músicos a los que nadie escucha. Por la música pura.
¿Por qué decidiste permanecer pobre, dejándome a mí tan rico?