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Intenté escapar de las palabras. Quería crecer. Tal vez lo haga con ellas. O tal vez agarre la mano de Peter para siempre.
No aguanté. No sé si ellas me pertenecen o yo les pertenezco a ellas. Me tienen calada.

miércoles, 1 de marzo de 2017

Periodo helenístico I

Decía Benedetti que uno siempre está solo, pero a veces, está más solo. Y creo que nadie puede entender este vacío, este hueco que tiene eco sin tener que hablar en alto. Me obligo, me presiono. Siéntete bien, cojones, es lo mejor, es lo que llegaría y te han puesto en bandeja. Esto era un paciente terminal que sabíamos que algún día sería el último. Quizá sea mi incapacidad de rendirme, de querer siempre intentarlo, seguir. El cómo habría sido todo si hubíesemos seguido me angustia, me ahoga. Como Mía y Sebastian. Es otro fracaso a mi lista, otro duelo que superar. Y "a veces, una se cansa" como decía la Maga, y quiere hacer arder la palabra resiliencia. Estoy hasta los cojones de resurgir, de sobrevivir. De que ni siquiera esto, lo único que parecía que tenía además de la Ohana, haya salido bien. Y mire donde mire sólo veo gente feliz, que progresa, que avanza, que consigue, que quiere y tiene. Llevaba mucho, mucho tiempo que, a pesar de todo, si me preguntaban si era feliz, mi respuesta era sí rotundo, con la boca llena. Y, joder, ahora dudo. Y es horrible escribirlo. Y es evidente que algo no va bien porque estoy escribiendo. Y yo no sé escribir feliz. Soy de letras tristes, y de V. Y prefería la pérdida del don. 


Soy las pinturas negras de Goya. 

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