Me sabe a humedad. A calambre. A coincidencias. Y a alcohol. De ese en el que nos gusta bañarnos. Y del que uso para curar[nos] las heridas. Las que teníamos. Y las que a veces nos [des] y a veces hacemos. Me sabe a silencio. A intervalos. Me sabe a calendarios. A mi puñetera apoptosis. Al Nessun Dorma haciendo que mis martillos, yunques y estribos crean estar hasta el culo de MDA.
No voy a decirte que tu nombre me sabe a hierba. Eso dejémoselo a Serrat. Y si me sabe a hierba será con nombre de mujer. Y créeme que no quiero que me sepa a nombre de fémina a no ser que lleve una [n] intercalada. Entonces sabría a sal.
Lo sé. Apesto a recaída.
Ya tienes una mentira (o no tan mentira más).
ResponderEliminarMe ha gustado lo que escribes, tu blog en sí, cada verso que dedicas.
Y tranquila, no eres la única rara, yo también adoro la leche sola y leo el último párrafo del libro antes de comenzar a leerlo jajaj:)
Hola! Bonita entrada. Me gusta este blog. Te sigo, ¿vale?
ResponderEliminarUn saludo!!
pd: es peligroso, eso de leer el último párrafo. ;)
Eres demasiado genial, tú.
ResponderEliminarMil (re)gracias, siempre
:)
Hoy llegue a tu blog de esas maneras en que uno no sabe como llego pero da lo mismo.
ResponderEliminaramo tu blog, enserio.
los raros somos muchos pero pocos.
!!!
Me gusta cómo relatas todos esos dramas aparentemente cotidianos, con esa fuerza.
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