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Intenté escapar de las palabras. Quería crecer. Tal vez lo haga con ellas. O tal vez agarre la mano de Peter para siempre.
No aguanté. No sé si ellas me pertenecen o yo les pertenezco a ellas. Me tienen calada.

sábado, 16 de julio de 2011

Prisa en mis dedos. Y ron en mi garganta

La menta obstinada circula por las calles creyendo que los días se derriten sin control. Jamás tuve menos dominio de todo que ahora porque lo que fluye por mi sangre me domina. Suelto palabras sin mando. Algo que siempre quise hacer. Aunque yo quería tener presentes a las bailarinas de la marihuana. Esas que te envidian como dice Tayler Durden. Que no es el del club de la lucha. Si no un poeta. No tiene otro nombre. Mañana recogeré mis ilusiones para esparcirlas en campos de trigo. 31000 pies de altura nos dejarán fluir haciéndonos creer que estamos sobre bólidos en compañia del dios de dioses.No sé si beber me recuerda a ti o me acuerdo de ti cuando bebo. Pero lo de la lluvia si es verdad. Es respirar ese maldito olor que me encanta a tierra mojada y aparecer lo oscuro con peluca y tu boca.
Sonrío ante los días enturbiados. Eres tormenta. 
Tú. Cuarenta veces tú. Se me olvida tu tamaño. Y tus andares. Pero no el campo eléctrico de tus manos. La manera de perderse sobre mí. Sonrisa incadescente en la penumbra. Tu pulgar de iones sobre mi labio. Tu manera de encadenar las palabras. De pronunciarlas. De conjurarlas. Hacen que mis oídos bailen en salones vieneses. ¿Qué principes de Disney ni que pollas? Tú.
Voy a nombrarte hasta desgastarte. Voy a explotar lo que creas. Voy a disfrutar de lo que liberas hasta que aparezca un dios más grande. Si es que lo hay. Voy a esnifarte antes de que te vayas.
Que no sé cuándo ni cómo te hiciste cargo de mis hilos. Funde la noche las estrellas con el estiércol de la ciudad. ¿Qué andarás haciendo ahora?

sábado, 9 de julio de 2011

Lo que no. Y resaca

- Y tú, ¿en qué crees?  ¿El karma?, ¿el devenir?, ¿el sino?, ¿el superhombre de Nietzsche?, ¿los principios bohemios?, ¿la suerte?
- No confío en los golpes de suerte
- ¿Eres de los que cree que la suerte se la busca uno mismo?
- Pienso que si eres un desgraciao morirás siéndolo por mucho que te lo den todo hecho. Y tú, ¿en qué crees?
- Me puse nerviosa mientras cantaban. Tenía que recordarlo. No sabía si invertirlo. Me centré en aquella llama y en recitar a Tayler Durden como si fuera un maldito conjuro:

Todas las estrellas fugaces andan hartas de escuchar
cada noche tu nombre de buenos días.
Eres famoso
entre las velas de cumpleaños
y los dientes de león
y las pestañas perdidas en las dunas de cualquier mejilla.

Y mi deseo fue tu nombre. Tu nombre y todo lo que viene tras él. Te pedí a ti en todas las estaciones del año.

domingo, 3 de julio de 2011

Zorras inmundas. Y zapatos que no calzan.

Otra vez necesito vomitar. ¿Tienes un oxímetro? Gracias. De nada. ¿Ves? Deliro. Y no precisamente bailando como el Sombrerero. Que también podría ser. Alicia era gilipollas. Y lo he escrito con elle no con mi amiga la griega, que me gusta mucho más. Era imbécil, que le vamos a hacer. ¿Te vas a venir al mundo real a montar una empresa con el amigo de tu difunto padre? ¿ Es que a caso tienes alguna cromosomopatía? ¡Estúpida! Decirle que no al Sombrerero...
Debería revisar mi saturación de oxígeno. Deben pensar que tengo alguna clase de desequilibrio emocional. Hablando con protocolos de educación, empatía, respeto y saber. Como a todos les gusta parecer que son. Sí. Creéis que estoy como una jodida puta cabra. Que esto no es normal. Pero sonreiréis y olvidareis que habéis leído esto. Vamos a lavarnos las manos. Y no para deshacernos de ti. Si no porque como todos sabemos es una medida básica de higiene fundamental en este mundo de mierda que oKupamos. Sí. Con K. Porque somos unos jodidos invasores. Me gusta escuchar a Hate cuando me siento así. Creo que acumula tanto odio y siente tanta pena por todo esto como yo. Me supera incluso. Y por eso me relaja.
Sé que cuanto más avanzas más te asustas. Sé que esperas que vomite arco iris como andaba haciendo últimamente pero no, gracias. Quiero precisamente eso. Que sientas miedo. Que te alejes. Más aún. Más. Que cojas un jodido taxi si es necesario. Toma un asqueroso fajo de billetes. Como diría mi amigo el Tote (nótese la ironía por lo de amigo): ¡Qué te pires, ostias!
¿No sientes miedo? ¿Aún no? Allá vamos.
Si saliera cualquier cosa de mi ático me quedaría sola. Absolutamente. Nadie querría sentirme en un radio de 80 km. Por eso soy tan egoísta e hipócrita que cual puta desgastada me lo callo y le como la cabeza al resto para que sean mejores personas. ¿Mejores personas? ¿Acaso hay de eso?
La idea de interrumpir mi vida de manera brusca e inesperada rondó mi cabeza cuando tenía once años. Tranquilo, nunca pasé del escalón dos. Sí, hablo del suicidio.
Cree mi propia escala del conocimiento durante mis estudios en el instituto. El punto más bajo mediocre. El más alto extraordinario. Yo estaba y sigo en el mismo lugar. Unos cuatro dedos por debajo del punto de la linea que marca mediocre.
No me importaría morir en un quirófano por una operación de estética. Me faltan dedos de las manos para contar todo aquello que me gustaría cambiar. Pero... en fin. Acabaría siendo una Barbie deforme. Me daría miedo y me cebaría a barbitúricos. Todos los caminos llevan a Roma.
Todo indica a que moriré de cáncer. No hablo con mi padre desde hace meses. Muchos. Y la razón por la que siempre, absolutamente siempre tengo el móvil en silencio es por el miedo a que me llame, lo escuchen y me obliguen a cogerlo. No quiero.
Soy mala. Mucho. En todos los sentidos que el diccionario de la RAE o más bien la SHU RAEH quiera contarte. Ahora. Ahora que estás pensando eso es el momento. Huye. Si es que estabas cerca.
Mientras tanto me haré un pandilla de amigos como la de Trainspotting. Será estupendo poder pinchar mi propia vena. Y en uno segundos llega. Ni todos los orgamos del mundo me harán sentir lo mismo. Una y otra vez. Hasta que la alfombra y el suelo se hundan conmigo. Y aparezca en el sótano. Allí donde todos guardan las chanclas que se te quedaron pequeñas. La mierda que a todos les da lástima tirar.


Ni siquiera sé lo que he escrito. No pienso revisarlo ortográficamente. Ni edulcorarlo. Ni volver a leerlo. Por eso se llama victorias y derrotas, ¿sabes? Victorias. Y derrotas.
Mucho mejor después de tirar de la cadena. Gracias.