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Intenté escapar de las palabras. Quería crecer. Tal vez lo haga con ellas. O tal vez agarre la mano de Peter para siempre.
No aguanté. No sé si ellas me pertenecen o yo les pertenezco a ellas. Me tienen calada.

miércoles, 28 de diciembre de 2011

La última copa. Y enchanté

Me dejaste a medias. Me dejaste a medias calles y anécdotas.  No me dejaste hacer ni decir demasiadas cosas. Y demasiado siempre es demasiado para mí. No pude decirte que no sólo me diste la sorpresa más bonita que me habían dado en la vida sino que tú eras la sorpresa más bonita que me había dado la vida. Y mira que la maldita ha sabido siempre donde darme. Se me ha llenado la boca de vómito con extra de purpurina al escribir esto. No pude decirte que eras mi seguro de vida. Nadie más podría haberme salvado de una parada cardíaca con su con[tacto]. Pude oír a tus manos mofarse de las palas del desfibrilador. 220, nena, ya noto la corriente. Ahora andaré en riesgo continuo.
Joder, tus manos. Podría haber escrito páginas sobre ellas.
No pude contarte que te cargaste en una noche mi abstinencia de dormir acompañada. Vuelvo a meter cojines en mi cama para poder conciliar el sueño. Ni gritarte que la única manera en la que hubiera sido guapa sería con la cara sollá de tus barbudos besos. Tampoco pude decirte que tenías razón cuando me dijiste que no te tenía en cuenta todo lo que habías hecho. Me retumba esa frase en la cabeza. Pero es que no me dio lugar a decirte que todos los ji, ¿no? y los no sé eran síes, por supuestos y muchos estoyrendidahazconmigoloquequieras. No quería asustar[me, te].No pude contarte que había ahorr-mang-ado para coger la primera nave y descubrir más de ese iceberg que eres. Mi imaginación estaba preparando un encuentro de los bonitos. De los que pasan a la historia de la humanidad. O por lo menos a las batallas que mi chica del pelo de trigo les contará a sus enanos. Esperaba que volvieses a preguntarme si quería volar. Ser tu alumna aventajada en las clases de planeo. De tu boca saldrían todos los pétalos que crees que necesito. Siempre me quedaré con las ganas de haber conocido a la rebelde sin causa. Y mejor en invierno. Con los pelicos tan largos que no se le vean los ojillos. Creo que es la única que te tiene calado. Y bueno, lo merece. 

¿Sabes? Estaba pensando en "y un beso de esquimal entre otros que no lo son tanto" mientras me lo dabas. Recordé algo que había escrito sobre ti meses antes pensando en el anterior. Joder, le diste vida a mi literatura. Fue precioso.  

Que mientras tú no sabías como deshacerte de mi yo me estaba dedicando a escribirte entre operaciones un cuento lleno de ventajas. Como el de Lucía y el sexo. Mi primer escrito de más de una carilla. Algo con principio, nudo y desenlace.
Que había demasiadas escenas de películas que quería recrear contigo. Hacerte mi Señor Quincampoix. Con BSO incluida. Besarte como Evey Hammond. Ser Serah. Ponerme un bañador negro y representar esa escena de Leaving Las Vegas. Y también el momento de los regalos. Decidir entre los dos si soy Ana o la chica del final de El lado oscuro del corazón. Creo que tengo más de Oliverio. Lavarte como en Copying Beethoven. Reconocerte en otros cuerpos como en El viaje de Chihiro. Responderte "porque todos los demás me aburren, tú eres diferente" como Stephane en La ciencia del sueño si tú me preguntas "¿por qué yo?". Que me dijeses como a Marla en El club de la lucha eso de "me has conocido en un momento extraño de mi vida". Ver todo caer con la tranquilidad de que tengo tu mano. La misma que habría sentido al perderme contigo por todos los puntos geográficos que dicen que existen. Todos esos puntos que siguen sin estar fosforitos en mi mapa de viajes. La misma que habría sentido al hacer una ruta por el Reino Unido para descubrir las yonosécuántas maravillas de Bansky. Acompañados por mi no-orientación y tu despiste por naturaleza.

Perdernos en tu Polo sin Norte ni Sur ni GPS. Allí nos tocaría hacer de Mi vida sin mí. Poner Senza Fine y decirte que si no me besas me voy a poner a gritar. Descubrir que cara pones al conducir. Hacerte rabiar cambiando canciones. O ponerte la cabeza como un bombo con mis desafines. Aprender a enfadarte. Causas. Efectos. Epidemiología. Y a deshacerlo con un movimiento. Sin fármacos. Me quedaba también arrancarte una carcajada. No una sonrisa. Ni una risa a medias. Carcajadas. Hacerte reír tanto que te doliesen las costillas. Y ser consciente de que el kilómetro 0 está en tu garganta.
Quería aprender tanto de ti. Más aún. Ya sabes que comenzaste a alimentarme desde el Big Bang. Descubrirme hombres que cambian los días y la vida. También se aceptan mujeres, ¿eh? Aprender a montar en bici. O a meter el culo en las cestas de Cruzcampo. Y los patines. Encontrarnos en librerías desconocidas y salir con algún tesoro no reconocido. Golpear las venas como tú lo haces. Bailar en la calle sin música. Aprender a decir todo aquello para lo que nunca me instruyeron. Y a pronunciar a la perfección esa palabra que tanto te gusta. Practicar lo que aprendiese en clases de piano sobre tus costillas. Besarte debajo de la lluvia. O bajo la alcachofa de la ducha. Lluvia artificial. Desnudos en la playa. O vestidos en la bañera. Experimentar[te]. Demostrar científicamente si es posible besarte con desgana. O saber cuántos capítulos de un libro te caben en el cuerpo. Ver si se desgastan o se corren los bolígrafos al saber que te transitarán. Me quedaron demasiados etcéteras que vivir[te].

A menudo creo que los espías te tienen en un zulo. Y que no eran sino tipejos de Coca-cola. Por eso que no paren de decir que hay razones para creer en un mundo mejor. Y es que la vida es menos puta desde que me dijeron eso de "vengo a hablar contigo porque me han dicho que eres una tía muy interesante". 


Sonríe chico guapo de la gorra. Que yo lo hago siempre que te cuelas en mi materia gris. 


martes, 27 de diciembre de 2011

Borradores. Y limpieza

La ropa se me queda grande. Será que te echa de menos y quiere que quepamos los dos dentro de ella. Mis huesos salen a buscarte. Se ofrecen salientes por si naufragaste y necesitas que te salve.

Aunque más bien soy yo la que necesita el bote. Pero esto es como las circunstancias de Ortega y Gasset.Si no las salvo a ellas no me salvo yo. Tú eres mis circunstancias. Y Tú me salvas. 
Sé que hablo para mi sola. Para nada. Porque no (me,te) salvaré. Benedetti estará contento. No me salvé. Ni ahora ni nunca. Tal y como él quería. 

 

martes, 20 de diciembre de 2011

Mala circulación. Y canela

Hoy me he levantado más zorra que de costumbre. En todos los sentidos. Animal instintiva. Promiscua. Domesticada. El calendario me ha dicho que hace 75 días que tu paquete estaba en mis manos. Hace 75 días que mis manos están heladas. Hace 75 días  que mis dedos siguen llevando tu nombre cuando desaparecen entre mis piernas. Y no puedes hacer nada para evitarlo. Ya se me pasará. Como todo. Como a ti. Pero mientras tanto ahí estoy. Follándome a tu recuerdo. Me lo follo. No le hago el amor. Eso lo reservo para ti. Sea ahora o dentro de treinta años. No sabes las lluvias tropicales que desencadenas en mi imaginación. Así que figúrate. Tú. Que siempre acabas kilómetros por delante de mis expectativas. A ratos te mando a mamarla. Y a ratos me encantaría estar mamándotela. Y si no te gusta, ¿sabes lo que tienes que hacer? Venir aquí y sacar mis manos de mi entrepierna. Meter las tuyas. O tu cabeza. Te resguardaré del frío en las orejas. O tu bajo ombligo que me desubica en el espacio y en el tiempo. Enbestirme una y otra vez con tus neuras y vicios. Intentando hacer que huya de ti. Arrancarme la ropa en tu lucha por sacarte de mi perturbada mente. Desgastarme las articulaciones con la esperanza de que te olvide después de saciar el mono. 

Dame otro puto amanecer. De esos en los que parece que estás dormido. Pero en cuestión de milisegundos te tengo encima dándole los buenos días a todos mis sentidos. Incluso a los que no existen. Incluso a los que tú inventaste. 



lunes, 12 de diciembre de 2011

Hiperestesia. Y bipolares

Ojalá pudiera escribir. Pero hace tiempo que no le rezo a las palabras.
Me hicieron dejar de creer en ellas.

Ese. O. Ese.





sábado, 19 de noviembre de 2011

De anónimos no alcohólicos. Y quirófanos

Desperezarme entre tus pies que aún andan calientes de humo y humor. Me dejaste sin sábanas en un vuelco de mariposas. Quitarme las legañas en el camino que emprendí a tientas entre tu tibia [lengua] y tu peroné [-cesito tu saliva]. Hacer mi cuerpo cóncavo a tu rótula sin cabos. Como si te tuviera en el planeta Venus. Entre [Para. Por. Según. Sin. Sobre. Tras].Mis piernas. Como ves me aprendí bien las preposiciones. Ahora me tocan las proposiciones. Que me perdone el dios conSIDArado por el pueblo porque escribo esto en la puerta de una iglesia. Tampoco hay tanta diferencia entre nosotros. Ellos andan ansiosos por comerse a cristo en hostias consagradas. Y yo ando a hostias por las horas por no poder comerte. Que tú sí que eres sagrado.  Pisar a fondo entre tus muslos. Cambiaré a la marcha que decidas. Pero no me pidas que frene. Tengo demasiados niños aquí delante como para hablar de donde quise aparcar y tragarme las llaves. El sin vivir de tu bajo ombligo. Habrá que saltar por el precipicio y comprobar si sabemos volar(nos). Que no los sesos. Si no los sexos. Los nexos. Los plexos. Aunque tú y yo podríamos echar los polvos [de estrella] con las mentes que quisiéramos. Y hacer que el eje de la tierra varíe unos grados. Los mismos que nuestros cuerpos de temperatura.
Ando a susurros por tu abdomen para no despertarte. Siempre rodeando a tu ombligo por no caer en él y volverme tunombrecentrista. Me agarré a tus costillas flotantes pidiéndoles explicaciones de por qué precisamente me hacías sentir así. Surfeé entre tus cartílagos costales hasta llegar a tu esternón dónde la brújula me indicó el Noreste. Allí marqué tu suelo por si algún día tenía bandera. Me tumbé y aprendí que los Nocturnos de Chopin no tienen nada que hacer contra uno sólo de tus latidos. Y menos si el director de la orquesta hace comenzar a tocar a los instrumentos de viento [de tus inspiraciones y expiraciones]. El culmen de la obra será cuando rompan los de cuerda [de tu garganta] en mis oídos tardíos. Me deslicé por esos brazos que a veces no sientes tras derramar todo el alcohol de mis ojos borrachos. En tus metacarpianos me tartamudearon las piernas al recordar cómo te diste la vuelta y me pediste un abrazo. Entre tus dedos movimientos de ballet. Que me remordería la conciencia [y más te re-mordería a ti] dejar sin suministro eléctrico al resto de los perecederos. Y pensar que tocaron al dios de dioses y yo sin saberlo.
 En el peregrinaje hacia tu garganta fui dejando migas de sonrisas. Por si algún día tenía que exiliarme de tu cuerpo. Ya sabes, debo tener de reserva. Que la patria se añora cuando está lejos. Me convertí en la estrella de mi circo haciendo equilibrios entre tus clavículas. Lo tenía fácil. La gravedad me lleva a ti por lo que jamás caería. Deseé terminar mi metamorfosis. Ya tenía alas. Pero joder, quería ser un maldito cisne. Olvidarme de las estaciones enredada en tu cuello. Avancé por tu nuez a besos ventosados. Lástima que no fuera digerible. Abrirse camino entre tu barba no fue fácil. Ese condenado carácter sexual secundario era para mí como un suelo de lejía para los gatos. Me dilataste las pupilas y los vasos sanguíneos pasos después de tu barbilla. Creí no poder salir de allí. Me sentí Mark Renton en la cama de su cuarto. Emergí de tu desem[boca]dura anclando tus comisuras en los pómulos donde caían las pestañas de mis deseos de aniversario. Fue un acto kamikaze hacerte sonreír. En tu nariz vivían un poblado de esquimales. Me dieron la bienvenida con abrigos cosidos con tu maldita dulzura. Me desvié del camino por un punto que siempre esperé que fuese Y seguido. Nunca aparte. Cuentan las leyendas que se llamaba lunar y que era el primero de muchos. Esa sería mi siguiente ruta. Y en el tobogán de tus pestañas me advirtieron el final que me esperaba. Yo no quería morir si no era con tus puñalás. De un salto me colgué del lóbulo de tus orejas para preguntarte porqué habías tardado tanto. En todos los sentidos. Como siempre. Tu pelo fue mi colchón y mis sábanas. Volví a conciliar. El sueño. Tu sueño. La vida. Mi vida.

Arrancaré los segunderos para hacerme agujas de tejer. Que toda esta mierda nunca fue menos mala como cuando te tuve en 120 centímetros.


domingo, 13 de noviembre de 2011

19 días. Y 500 noches

He vuelto a engañarme. Le di fin a esto porque no me parecía justo para nadie. Para ti. Para mí. Para mis órganos vitales. Pensé también que quizás si le quitaba la droga al yonki pediría explicaciones. Pero que va. Tal vez ni te diste cuenta de que cerré las puertas durante estos últimos y no tan últimos días. Pero ya sabes, me tienen calada. Leí una vez algo así como "Te escribo a ti, que no me lees". Bueno. Tú si me lees. Creo que siempre lo preferiste. Yo, si me permites, prefiero escucharte. En un radio de 3 mm si es posible. He ahí la razón de todo. Aquí la historia sería más bien "Te escribo a ti, que si me lees, pero callas" Y me odio por hacer esto. No quiero mendigar. Sí. Te dije que nunca necesitaba respuestas. Que me bastabas con ser. Y claro que me basta con eso.  Tal vez porque sé que no te merezco. Que el karma sobrepasó sus límites conmigo al hacerte aparecer. Pero quiero hacerlo. Merecer.
Te. A ti. Contigo.
Quiero que me bastes con ser. Pero también con estar.

Ya no sé ni que decirte ni que soñarte para que no (te, me) olvide(s).
Para que me des la dirección de tu asteroide. Si no quieres bajar al planeta de acuerdo. Siempre he querido exiliarme.
Para que, como bien sabes decía Benedetti, un día cualquiera no sé cómo ni sé  con qué pretexto  por fin me necesites. Lo de quedarme en tu recuerdo creo que lo conseguí.

Te ofrecí construir un nuevo canal. Sin exclusas. Ni excusas. Que comunicase tu mirada atlántica con mi natural pacífico. Como en el final de El lado oscuro del corazón. Ese al que tú le pusiste bombillas. Tu señal fue rara. Con interferencias quizás. Quise compartir contigo el día de mi Valiente Veraz y Vengativo enmascarado. Te ofrecí mi calendario. Mis cuándos. Mis dóndes.
Ofrecí, me. Y no sé si se atascó tu cinta de cassette. Si saliste corriendo. Si lo tiraste todo al contenedor. O si tienes una madeja de lana en la cabeza de la que no encuentras el principio.
Si vas a desaparecer dilo. Dilo. Alto y claro. O con mesura y buena letra. Pero dilo.
Y llévate contigo los pactos con la CIA. Con Paulo Coelho. Y con Morfeo. Llévate las ambulancias. Los apellidos. La fórmula1. La lluvia. Llévate las F que quito de cualquier lugar. Las canciones que te toman por protagonista. Y los renglones de los libros en los que te encuentro durmiendo. Llévate las colonias de los grandes almacenes. La parcela 7. Los lugares donde te imaginé y apareciste. La parada del 13. Los cuartos ajenos que te dan contracciones. Las películas que tienen complots contra mí. Llévate la sonrisa inmaculada de ese que me mira desde mi escritorio.

Pero joder, quédate. En la forma que quieras. Que no sea de recuerdo. Ni de alucinación. No habrá adjetivos calificativos. Ni fotos. Nadie sabrá qué, cómo, cuándo ni dónde. Me estoy desintoxicando de esos mundos, ¿sabes? Estarías orgulloso de mi. Tendré que volver a Londres a mandar a la mierda al hindú si no apareces.

Dije que era incapaz de mentirte. Y bueno, en realidad no lo hice. Sólo no te lo conté. A mí también me das miedo. Me lo diste al día siguiente del número 27 cuando no dejabas de mirarme. Sentí miedo cuando supe que en poco tiempo ibas a cumplir dos años de vida. Me dio miedo pensar que no hubieras vuelto a nacer. Me da miedo escribir. Hablar. Contar. Agobiar. Desear. Soñar. Pensar. Extrañar. Todo terminado en te, ya lo sabes. Y sobre todo me dan miedo tus idas y venidas. Que te canses de mi enfermedad mental. Construir Everests de granos de arroz. Y que yo parezca la Penélope de Serrat en la estación de tren.

No sé. Hagamos un trato. Yo te ofrezco seis de mis siete vidas. Y tú, no sé. Podrías quedarte en ésta un ratico más a mi lao.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Paradas de autobuses. Y batallas ganadas

Sé que lo estabas esperando. Yo también. Tienes el dominio de mis dedos. En todos los sentidos que tú quieras darle. Me cuesta. Tal vez se me fueran las palabras entre tanto CO2 que me hiciste desprender. Llámame tonta. Lo merezco. Me estás volviendo rosa. Y vomito. Y si soporté más de 4462 horas no sé porque ahora no. Sigo preguntándome de dónde saliste. Si me robaron los moldes y te hornearon sin yo saberlo. Si viniste de algún minúsculo planeta vecino del asteroide B 612. ¿Qué mierda me habrás dado que me hace tan feliz?
Déjame construirme un hogar entre tus yemas. Besarte las manos hasta devolverles la sensibilidad. Si que seguimos siendo materiales conductores. Quiero declarar tu pecho el sitio para no dormir. Y aprenderme cada una de las sacudidas que haces mientras duermes. Sumergirme en tu cuello sin bombonas de oxígeno. Formar caminos en tus brazos. Que me lleven a ti. Que me devuelvan a ti. Que no tengan otra salida. Llenar mi maleta sólo con bolígrafos y sábanas limpias. Venderte mis temblores. Entintarme los ojos y la lengua. Escribir sobre Ti como mereces. Gustosa y literalmente. Encontrar abrigo en tu barba. Opiáceos en tu lengua. Practicar el canibalismo.Contraerme a tu ritmo. Convertirlo en el mío. Repetir tu nombre. Reirnos sin decir el porqué. Y que nos escuchen desde todas las habitaciones. Perder la identidad ante tu sonrisa. Ser feliz entre tus piernas. Desear que pierdas la ropa en medio de cualquier lugar. Y que todos queden enterrados entre ella. Que no nos miren. Sentarme cada día más cerca de ti. Domesticándome. Como la zorra que soy. Ofrecerte mis orejas aunque no agites el pañuelo. Pienso coser todos los accidentes geográficos. Las carreteras. Los ríos. Y las canciones de cassette. Convertir los kilómetros en tres paradas de autobús. O tomarme el "Bébeme" de Alicia para estar a dos pasos a tu lado. Quiero pasearla contigo. Acariciarla. Y no tener que andar esnifándome los juegos de cama en los que duermes.Guía mi mano de nuevo. Hacer una tesis sobre tu cuerpo. Descubir el sitio exacto del león.No dormir por no despertar. Tu acento en mis tímpanos. Comprender lo bonito de los ojos hinchados. Esperar impaciente el vibrar de tus cuerdas. Llenar los inviernos de besos esquimales. Correr(nos) sobre un reloj. Hacer que las agujas vayan al revés. Necesito tiempo. Para repetir(te). Vivir(te). Compensar(te).

Fúma(me). Bébe(me). Ponte ciego de mí.
Que yo ya oculto mis brazos para no enseñar las señales.


domingo, 28 de agosto de 2011

Maullidos. Y bosquejos

Tengo una fiera que me mira desde el sofá con ojos de saber más de mi misma que yo. Tengo un tic-tac que me mata. Me ataca. Y me hace presa. Tengo un no sé que. Y un qué se yo. Tengo rotuladores en huelga hartos de subrayar apuntes. Y con ideas revolucionarias sobre el territorio de tu cuerpo. Tengo una duda resuelta. Y cuatrocientas noventa y nueve en vilo. Tengo un esqueleto de sueños que se articula si apareces. Tengo un cajón que nunca supe cerrar. Y 27 señales al día que me abofetean la cara. Tengo tres esperas. Y las orejas rojas sin besarte. Tengo un plan que nunca cumplo. Y una cornada de tiempo y estupidez en el costado. Tengo una contractura en la cara de tus señales de vida. Tengo una llamada sin hacer. Y un vestido de miedos que espero que desabroches. Tengo esto, lo otro y poco más. Y me sobra pa' darte. Tengo un colapso de palabras en mis arterias. Y un pellizco de ausencias. Tengo una nariz de payaso que saco a relucir si no me miras. Tengo un cuerpo de cariátide. Y un piano de debilidades. Tengo un billete del tren sin andén. Y un secuestro sin cometer. Tengo los ojos llenos de luz de imaginarte .Y tengo los ojos ciegos de no verte.

Tengo. Tengo tanto. Y tengo tan poco. Tengo un genotipo maldecido. Y un lustro de tontería.


Y por tener tengo una petaca guardada que espero que entiendas. 


sábado, 16 de julio de 2011

Prisa en mis dedos. Y ron en mi garganta

La menta obstinada circula por las calles creyendo que los días se derriten sin control. Jamás tuve menos dominio de todo que ahora porque lo que fluye por mi sangre me domina. Suelto palabras sin mando. Algo que siempre quise hacer. Aunque yo quería tener presentes a las bailarinas de la marihuana. Esas que te envidian como dice Tayler Durden. Que no es el del club de la lucha. Si no un poeta. No tiene otro nombre. Mañana recogeré mis ilusiones para esparcirlas en campos de trigo. 31000 pies de altura nos dejarán fluir haciéndonos creer que estamos sobre bólidos en compañia del dios de dioses.No sé si beber me recuerda a ti o me acuerdo de ti cuando bebo. Pero lo de la lluvia si es verdad. Es respirar ese maldito olor que me encanta a tierra mojada y aparecer lo oscuro con peluca y tu boca.
Sonrío ante los días enturbiados. Eres tormenta. 
Tú. Cuarenta veces tú. Se me olvida tu tamaño. Y tus andares. Pero no el campo eléctrico de tus manos. La manera de perderse sobre mí. Sonrisa incadescente en la penumbra. Tu pulgar de iones sobre mi labio. Tu manera de encadenar las palabras. De pronunciarlas. De conjurarlas. Hacen que mis oídos bailen en salones vieneses. ¿Qué principes de Disney ni que pollas? Tú.
Voy a nombrarte hasta desgastarte. Voy a explotar lo que creas. Voy a disfrutar de lo que liberas hasta que aparezca un dios más grande. Si es que lo hay. Voy a esnifarte antes de que te vayas.
Que no sé cuándo ni cómo te hiciste cargo de mis hilos. Funde la noche las estrellas con el estiércol de la ciudad. ¿Qué andarás haciendo ahora?

sábado, 9 de julio de 2011

Lo que no. Y resaca

- Y tú, ¿en qué crees?  ¿El karma?, ¿el devenir?, ¿el sino?, ¿el superhombre de Nietzsche?, ¿los principios bohemios?, ¿la suerte?
- No confío en los golpes de suerte
- ¿Eres de los que cree que la suerte se la busca uno mismo?
- Pienso que si eres un desgraciao morirás siéndolo por mucho que te lo den todo hecho. Y tú, ¿en qué crees?
- Me puse nerviosa mientras cantaban. Tenía que recordarlo. No sabía si invertirlo. Me centré en aquella llama y en recitar a Tayler Durden como si fuera un maldito conjuro:

Todas las estrellas fugaces andan hartas de escuchar
cada noche tu nombre de buenos días.
Eres famoso
entre las velas de cumpleaños
y los dientes de león
y las pestañas perdidas en las dunas de cualquier mejilla.

Y mi deseo fue tu nombre. Tu nombre y todo lo que viene tras él. Te pedí a ti en todas las estaciones del año.

domingo, 3 de julio de 2011

Zorras inmundas. Y zapatos que no calzan.

Otra vez necesito vomitar. ¿Tienes un oxímetro? Gracias. De nada. ¿Ves? Deliro. Y no precisamente bailando como el Sombrerero. Que también podría ser. Alicia era gilipollas. Y lo he escrito con elle no con mi amiga la griega, que me gusta mucho más. Era imbécil, que le vamos a hacer. ¿Te vas a venir al mundo real a montar una empresa con el amigo de tu difunto padre? ¿ Es que a caso tienes alguna cromosomopatía? ¡Estúpida! Decirle que no al Sombrerero...
Debería revisar mi saturación de oxígeno. Deben pensar que tengo alguna clase de desequilibrio emocional. Hablando con protocolos de educación, empatía, respeto y saber. Como a todos les gusta parecer que son. Sí. Creéis que estoy como una jodida puta cabra. Que esto no es normal. Pero sonreiréis y olvidareis que habéis leído esto. Vamos a lavarnos las manos. Y no para deshacernos de ti. Si no porque como todos sabemos es una medida básica de higiene fundamental en este mundo de mierda que oKupamos. Sí. Con K. Porque somos unos jodidos invasores. Me gusta escuchar a Hate cuando me siento así. Creo que acumula tanto odio y siente tanta pena por todo esto como yo. Me supera incluso. Y por eso me relaja.
Sé que cuanto más avanzas más te asustas. Sé que esperas que vomite arco iris como andaba haciendo últimamente pero no, gracias. Quiero precisamente eso. Que sientas miedo. Que te alejes. Más aún. Más. Que cojas un jodido taxi si es necesario. Toma un asqueroso fajo de billetes. Como diría mi amigo el Tote (nótese la ironía por lo de amigo): ¡Qué te pires, ostias!
¿No sientes miedo? ¿Aún no? Allá vamos.
Si saliera cualquier cosa de mi ático me quedaría sola. Absolutamente. Nadie querría sentirme en un radio de 80 km. Por eso soy tan egoísta e hipócrita que cual puta desgastada me lo callo y le como la cabeza al resto para que sean mejores personas. ¿Mejores personas? ¿Acaso hay de eso?
La idea de interrumpir mi vida de manera brusca e inesperada rondó mi cabeza cuando tenía once años. Tranquilo, nunca pasé del escalón dos. Sí, hablo del suicidio.
Cree mi propia escala del conocimiento durante mis estudios en el instituto. El punto más bajo mediocre. El más alto extraordinario. Yo estaba y sigo en el mismo lugar. Unos cuatro dedos por debajo del punto de la linea que marca mediocre.
No me importaría morir en un quirófano por una operación de estética. Me faltan dedos de las manos para contar todo aquello que me gustaría cambiar. Pero... en fin. Acabaría siendo una Barbie deforme. Me daría miedo y me cebaría a barbitúricos. Todos los caminos llevan a Roma.
Todo indica a que moriré de cáncer. No hablo con mi padre desde hace meses. Muchos. Y la razón por la que siempre, absolutamente siempre tengo el móvil en silencio es por el miedo a que me llame, lo escuchen y me obliguen a cogerlo. No quiero.
Soy mala. Mucho. En todos los sentidos que el diccionario de la RAE o más bien la SHU RAEH quiera contarte. Ahora. Ahora que estás pensando eso es el momento. Huye. Si es que estabas cerca.
Mientras tanto me haré un pandilla de amigos como la de Trainspotting. Será estupendo poder pinchar mi propia vena. Y en uno segundos llega. Ni todos los orgamos del mundo me harán sentir lo mismo. Una y otra vez. Hasta que la alfombra y el suelo se hundan conmigo. Y aparezca en el sótano. Allí donde todos guardan las chanclas que se te quedaron pequeñas. La mierda que a todos les da lástima tirar.


Ni siquiera sé lo que he escrito. No pienso revisarlo ortográficamente. Ni edulcorarlo. Ni volver a leerlo. Por eso se llama victorias y derrotas, ¿sabes? Victorias. Y derrotas.
Mucho mejor después de tirar de la cadena. Gracias.

domingo, 26 de junio de 2011

Bien viaje. Y lo que no vibra

Me falta mi muchedad. Creo que más bien nunca la tuve.
No tengo razones ahora. Y sin embargo mírame. Vacías lo mismo que llenas. Y es un quiero y no puedo. O un quiero y puedo. Es un joder, no saltes. Hoy me voy a parecer a una pequeña subterránea. Me da lo mismo que me sigas o que no.
Debe tener fugas. Parece que se rellena y es mentira. O tal vez sean pilas recargables. Necesito un sustento. Y se me olvidan las proporciones, el sabor y mis oídos.
También debe faltarme mi poquedad. Siempre tuve la esperanza de que los bultos fueran algo malo. Así tendría la excusa para ser tan idiota. Sólo tienes que mirar alrededor. Jamás creí que llegaría a eso. Mi segundero suena demasiado fuerte. No me deja pensar. Se me apelmazan las ideas entre las paredes de este cuarto. Me retorcería si no fuera porque perdí mi flexibilidad mucho antes de lo previsto. Imagino. Imagino. Imagino. Y lo que muchos creen que es sublime no es más que el deseo de ver. Un maldito manantial en el desierto. Los aires no serán los mismos si tú no me cortas la respiración. Nadie. Nadie lo sabe. Nadie sabe lo que invade mi sitio. Como me acorrala. Las marcas me siguen. Me agobian. Me muerden. Jamás me dejarán. Y yo necesito deshacerme de ellas. De las marcas. Del peso. Mi mierda. Y mis roces. Para ti. Por ti. Para nadie. Por nadie. Que no se atrevan a tacharlo de obra maestra. Esto ni nada. Juego al dadaísmo. A que la terapia funcione sin gastar las ochocientas libras que me quedan. Tiene que darme tiempo. No quiero que me pregunten. Dar. Dar. Dar. Algún día llegará mi turno. Podría haber llegado. Deseaba que así fuera. Podría haber sido Tayler Durden. No me sigues, ¿verdad? Ni lo intentes. Podría haberlo sido. Creí que era el deja-vú. De veras. No mereces. Pero así soy. Responde que sí. Dolerá. Y Rapunzel se irá. Lo reservaba para ti. Pero ya vienen las velas. Y no tengo nada. Seguimos en el mismo sitio desde que creaste la escala. Había apostado todo. Más de lo que tenía.
Tú siempre esperas gestos. Yo palabras. Vivimos en mundos distintos. 
Idiota. A saber porqué esperabas más. Nunca has merecido. Era demasiado, ¿no crees?.
Lo peor es que nadie sabe de lo que hablo. Y si lo hacen, si lo haces, estaré agachada en el suelo.
Fibrilación ventricular. Taquicardia ventricular sin pulso. Disociación electromecánica. Asistolia. Asfixia por cuerpo extraño. Ponte hasta el culo de opiáceos. Naloxona. Podría haberte salvado de mucho. De mucho. Hubiera querido hacerlo. Lo sé. Lo sé. Es una maldita ida de pinza. Pero así me muevo. Lo hice porque pensé ¿qué carajo? Con unos pocos miliequivalentes de más podría dejar frito a alguien y lo dejan en mi mano. ¿Cómo no voy a arriesgarme a esto? Pero siempre se me olvidan los efectos secundarios. Nunca los recuerdas hasta que vuelves a estar dentro. Y parecía que ésta vez sería distinto. Vivo en un mundo de hipócritas. De mentiras piadosas. Y no tan piadosas. Más bien beneficiosas. Jamás pienso volver a decirle guapa a alguien que no crea que lo es. Ojalá pudiera ser como tú. Estar fuera de todo esto. Claro que te envidio. Pero también me jode el extrarradio. Y volver a hablar de lo que no quiero. Esto va a ser eterno. Tanto que nadie querrá entretenerse en leerlo. ¿Y qué más da? Menos los cuatro gatos-amigos de siempre nadie se digna. Ni siquiera ellos. Es el típico falso apoyo que se da. Porque al fin y al cabo esa es una de las funciones esenciales que tienen, ¿no? Más mierda barata. Hay mucha. Demasiada mierda barata. Pero trago. Como siempre. Sin prisa pero sin pausa. Que luego no puedes respirar y a ver quién te salva tonta del culo.
Y mira que me lo prometí ¿eh? Pues nada cielo. Y ahora hasta los dioses se han quedado pequeños. Y eso es grave. Bastante. Y después de todo debo dar las gracias, ¿no? ¡Qué os jodan con vuestros putos modales del primer mundo! Que yo me voy con mi egoísmo, mi hipocresía y mi gilipollez puestos encima. Y no es que me enorgullezcan. Pero cariño, prefiero eso a llevar una piel de zorra que no es mía.
Sí, todo está bien. Todo está bien. Estoy bien.



domingo, 29 de mayo de 2011

Noches de insomnio.Y algo de jazz.

No busques. No ordenes. No pienses. No crees. Que no de fe. Sino de construir. Eso que tú haces en mis ratos libres. Y no tan libres. Te cuelas. Me asaltas. Me espías. Me arrastras. Conviertes. Y no sólo materia en energía. Sino a ésta en caníbal. En asesina de carteros.
Multiplicas. Sumas. Divides. Restas poco. Horas de sueño. Y palabras en mi contador.
Disimular. Hacer creer. Y que vean lo que escondes.
Releer. Recordar. (Te)
Resistir. Reprimir. Asustar. (Me)
Encender (me). Que no sólo de rabia. De placer. De -iones. (Ilus-Canc-Alucinac)
Reírme en tu cuello. Y un beso de esquimal. Entre otros que no lo son tanto.
Y seis letras sobre las que refregarme como un gato.
Crear nudos. Mejor desnudos. Hacerte la guerra. Declararte el amor.
 
El olor antes de llover.El barrio de Montmartre. Beber una cerveza a morro. Las hojas crujiendo bajo tus zapatos. Subir a la azotea. Estar a tu altura. El camino de vuelta tras una noche de juerga. Chocolate negro. Con naranja. El último párrafo del libro. La última palabra. Un piano. Un saxofón. Un whisky doble con hielo. Tumbarte en la carretera. Y una tormenta tropical. La escena que repites sin cesar.
Rebobinar. Dar al play. Sonrisa idiota. Rebobinar. Dar al play.

Júntalo. Mézclalo. Agítalo. Viértelo.
Ese eres tú. Y tus besos. Tú.
Ácido lisérgico en tu saliva.

lunes, 2 de mayo de 2011

Terapia. Y mierda.

Tras más de doce horas de sueño se levantó. No había más razón que el dolor de espalda. Los ojos secos. Y el hecho de no levantar sospecha entre los demás. Otra noche más había desecho la cama por completo. Amanecía en un colchón desnudo. ¿Cual fue la primera decisión estúpida que había tomado? ¿Dónde estaba aquel maldito fallo que había desembocado en el edificio en llamas que era ahora su vida?
Ilusa. ¿Creías que vendría tu hada madrina por echar unas lagrimitas? Esto no es Shrek cielo.
Se bajó las bragas y mientras meaba pensó que ya quedaba menos para irse a dormir. Para haber consumido otro día de la larga ristra. Se lavo las manos y la cara. Se miró mientras se secaba. Ya hay que tener mala suerte para ser una ruina por dentro y además por fuera. La genética le había gastado una broma pesada. Orejas de soplillo y nariz de payaso. Labios minúsculos, cara de luna y ojos del montón. Mejor que no hablemos de cuello para abajo. Ni de piel para adentro. ¡Qué mala suerte joder! Además de la alergia, el asma y la futura obesidad tenía que heredar el síndrome maniaco depresivo de su abuela. Los indicios eran cada vez más claros. Encima que no la conoció le dejaba lo malo de la familia. Cariño, menos mal que no vas a durar muchos años en la tierra.
Había vuelto a ser esa jodida niña en la edad del pavo. La palabra zombie volvía a grabarsele en la frente cuando tenia a todos esos delante. Quería demostrarles que había cambiado. Que los años habían pasado y ella podía ser un buen vino si quería. Que tenia tantas cosas  maravillosas en su vida y que estaban fuera de la compresión de todos ellos. Pero en esos momentos ella quería ser corriente. Estándar. Igual que todos. Salida de un maldito molde. Sabían que palabras/gestos/miradas lanzarle para que se sintiera una obesa mórbida con la cara de un orco, el cráneo relleno de serrín y un futuro prometedor con 140 gatos como compañía y un precioso síndrome de diógenes. Pobre, la podríamos echar con el tonto del pueblo para que no se muera sola. ¡Qué lastimica! Si le estamos haciendo un favor.
Peinó su melena eterna. O su estropajo eterno más bien. Si no se pelaba como Evey Hammond era porque aquel maldito manojo era su lugar donde esconderse. Perdería la fuerza como Sansón si lo hacía. Maquilló su rostro para ocultar las marcas de la vida. Puso colorete en los pómulos para dar la impresión de estar viva. Sacó de su bolsillo el colirio para dar ilusión a sus ojos. Se dio talco en los dientes. Aguja e hilo para una bonita sonrisa. Abrió la puerta del servicio. Inspiró profundo.
Silencio. La función va a comenzar.



Y el Oscar a la actriz revelación es para...

domingo, 24 de abril de 2011

Un submarino soviético. Y besos radiactivos.

Dice Carlos Chaouen que la piel no es materia inerte. Sabe demasiado bien lo que se dice. Es como si sus dedos hicieran sinapsis con mi cuerpo. Con mi piel. Siento la descarga. Las malditas moléculas fluyendo entre nosotros. Como esa película  eléctrica que se forma en el televisor. Aún no has llegado a acariciarla y ya están ahí. Chispas. Sobrepasas la química. Podemos reírnos de la física. Somos agua y un maldito secador de 2200 watios. Podrás erizarme como a un gato con un sólo dedo si lo deseas. 

Vuelve a perder los pantalones.En el Albaycín tal vez. En la Alameda. O en tu cueva.
Déjame andar por tus 190 kilómetros. De cama. 
Voy a romper todos mis relojes de arena. Quizás así tus señales de humo lleguen antes.Voy a llenarte de pellizcos de juguete. Si quedan marcas así tendré excusa para cuidarte. 
No sé. Quizás podríamos hacernos deshollinadores. Y pasear al ritmo del Chim Chim Cher-ee de Mary Poppins. O componer esa banda sonora de la que me hablaste. Puede que te haga protagonista de mis folios en blanco. Creémos interferencias en todas las radios.
Sí. He raptado tus palabras. Esto es más tuyo que mío,créeme. Pero pienso pedir un rescate por ellas.


Ven. Que quiero experimentar contigo. Saber si seguimos siendo materiales conductores.  


domingo, 13 de marzo de 2011

Bukowski. Y Ben Sanderson

 
Y aparezco colgada sobre tus hombros. Ni siquiera recuerdo cómo llegué a ellos.Gracias hipocampo, por hacer que guarde esto. Que las lagunas no me invadan. Pero ahora mismo eso da igual. Te encuentro. Y te desencuentro. Y cuando lo hago te busco. Te reclamo. 
Hablas de preciosas francesas a las que les gusta disfrutar de los pequeños placeres. De hombres con máscaras que buscan justicia. De whisky. Y de personas que se esnifan el cielo. Me enseñas. Me ilustras. Puedes hacerte admirar en dos minutos y medio. Más de un hombre bueno ha acabado en el arroyo por culpa de una mujer. Sonríes. Y me hablas de un pequeño príncipe de pelo dorado como el sol.
¿Y qué hago yo ahora? Tal vez tengas un pacto con la gravedad. Me llevas hacia ti. Me rindo. No pienso oponerme. Ni lo dudo. 
El bullicio y las risas se convierten en destierro. No sé en qué hora vivo. Y tal vez no quiera reloj. No sé donde estamos. Y tranquilo, que no deseo un mapa. 
No tengo frío. Ni hambre. Ni miedo. No me preocupa saber dónde estamos. Te tengo aquí. 
Y me escurro sobre el banco. Número 27. Y parezco una cotorra ebria. Pero tú siempre quieres saber más. Y me dices que si me lo das o si me lo robas. Sale Sabina de por medio. Y lo esquivas. Bien hecho. Haz conmigo lo que quieras. Pero hazlo. 
Déjame un cuarto de tu boca para la vuelta. Puede que la eche de menos. 
Y vomitas sobre mí palabras que no merezco. Que me cosen. ¿Acaso quieres conseguir el récord en el amaestramiento de esta zorra? ¿En el número de sonrisas de las bonitas que me usurpas por segundo? Crees que eres malo. Y a mí me hace gracia. Alguien malo no mira así. Maldito brillo. Alguien malo no sonríe así. Maldita barba. Alguien malo no besa así. Maldita lengua. 
Apostamos sobre fruterías en metros cuadrados. Y claro que ganas. Eso es jugar con ventaja. Sabes qué quieres de premio. Y deambulamos con los barrenderos pisando nuestros talones. Quizás seamos los únicos despiertos de la ciudad. Y subimos escalones torcidos. 

Pensé en besarte a lo Amélie. Ya sabes,  un beso en la comisura derecha. Luego en el lado izquierdo de tu cuello. Otro en el camino entre tu párpado y tu ceja. Tenía ganas. Muchas.
Pensé en dormir a tu lado. No pasé frío hasta que te separaste de mí. 
Pensé. Pero sólo me salía reírme. Y pensé. Pensé demasiado. 


Me miras. Sé que estás mirándome. Como una regadera que la hierba hace que vuelva a brotar y ahora es todo campo ya. 

Vuelve lo oscuro. No he sido tan mala, lo sabes. Y tú no has faltado a tus promesas. No faltan las palabras. Ni sobran. Ven, si es lo que quieres. Y volvemos a caminar desorientados. Pero siempre de tu mano. Te descubro por instantes. Y siempre va a mejor.
Paradas. Risas. Encuentros. Ranas. Besos repudiados a monjas. Sigo de tu mano. O de tu cuerpo.
Vueltas. Y más vueltas. 
Por fin el 26. Subir las escaleras. Quedarnos a oscuras en medio. No pienso subir así. Y cierran la puerta. Te veo venir. Ahora soy presa fácil. ¿Quién caza a quién? Y aprendo a verte en la oscuridad. Y aquí nadie quiere que aparezca el sol. Sigues regalando a unos oídos que no merecen. Quedémonos así. Me pides de los bonitos. Vuelvo a rendirme. No sé quien no lo haría. Cada vez que reclames más te lo daré. Me gusta estar sobre tus rodillas. Tus manos son libres. Déjalas volar. 
Me buscan. Escucho mi nombre. Maldito teléfono. Corre, invéntate una excusa. Da lo mismo. Llévame. Y aquí se termina todo. Llamas a la puerta. Y me pides uno, sólo uno más. Sostienes la puerta para que no nos abran. 

Quizás debería haber aceptado tu invitación al diván. 
Te vi por la mañana delante de la habitación. No miraste. 
Me hubiera precipitado sobre ti como la pequeña Lolita de Nabokov sobre Humbert. 

Cuando quieras, ya sabes. Tienes una apuesta ganada que espera cobrarse.  


 


martes, 4 de enero de 2011

L'ombre de ton chien. Y borrachos que mienten

 Añade banda sonora a este momento, dale al play.
 

 Las cosas que no se dicen suelen ser las más importantes. Será el miedo al silencio.

Y la reciprocidad ahora duerme sola. Se revuelca entre las sábanas creyendo consumirse. Édith Piaf la acompaña en sus sueños. Y no canta precisamente La vie en rose.
La luna tiene dos caras pero siempre vemos la misma.
La llevé al matasanos. Cardiomegalia fue el diagnóstico. El corazón del tamaño de dos cabezas. Por eso que no pueda respirar. Por eso que no tenga hambre.
Dicen que pueden recortarle el corazón. Luego lo reconstruirán. Pequeño y precioso tamaño de puño. No quiere ni pensárselo. Dice que sí. 
Y ahora se dedica a romper todos lo relojes. No hay día que no la encuentre arrastrándose por el suelo. Dice que el frío la alivia. El ruido. Y las personas. Sólo así deja de sentir ese hueco.
Se siente tan cansada.
"De repente pensé en aquella torturaba que practicaban en Francia. ¿Sabes qué hacían? Ataban las extremidades de una persona a cuatro caballos y los azuzaban en direcciones diferentes. Pues así es cómo me sentí. Así es cómo me siento.."
Tal vez sea lo mejor. Dormir hasta que todo pase. Y me recuesto junto a ella. Dice que no hay remedio ni enfermedad. Sé que mi mano no será suficiente. Pero debo intentarlo. La almohada está húmeda. Y ella cada vez más seca.
Y yo me quedo las noches observándola. Mientras sueña sonríe. Eso me reconstruye.
Y sólo espero que los hermanos no tarden en venir.
Tiempo y olvido.

Porque nada puede aliviar a una palabra que fue hecha para dos.


Porque nada sabe de adicción aquel que no se ha dejado la piel y el sudor en una canción que terminó quemada entre lágrimas y cucharas