Me dejaste a
medias. Me dejaste a medias calles y anécdotas. No me dejaste
hacer ni decir demasiadas cosas. Y demasiado siempre es demasiado para mí. No
pude decirte que no sólo me diste la sorpresa más bonita que me habían dado en
la vida sino que tú eras la sorpresa más bonita que me había dado la vida. Y
mira que la maldita ha sabido siempre donde darme. Se me ha llenado la boca de
vómito con extra de purpurina al escribir esto. No pude decirte que eras mi
seguro de vida. Nadie más podría haberme salvado de una parada cardíaca con su con[tacto].
Pude oír a tus manos mofarse de las palas del desfibrilador. 220, nena, ya
noto la corriente. Ahora andaré en riesgo continuo.
Joder, tus
manos. Podría haber escrito páginas sobre ellas.
No pude
contarte que te cargaste en una noche mi abstinencia de dormir acompañada.
Vuelvo a meter cojines en mi cama para poder conciliar el sueño. Ni gritarte que
la única manera en la que hubiera sido guapa sería con la cara sollá de
tus barbudos besos. Tampoco pude decirte que tenías razón cuando me dijiste que
no te tenía en cuenta todo lo que habías hecho. Me retumba esa frase en la
cabeza. Pero es que no me dio lugar a decirte que todos los ji, ¿no? y
los no sé eran síes, por supuestos y muchos estoyrendidahazconmigoloquequieras.
No quería asustar[me, te].No pude contarte que había ahorr-mang-ado para coger
la primera nave y descubrir más de ese iceberg que eres. Mi imaginación estaba
preparando un encuentro de los bonitos. De los que pasan a la historia de la
humanidad. O por lo menos a las batallas que mi chica del pelo de trigo les
contará a sus enanos. Esperaba que volvieses a preguntarme si quería volar. Ser
tu alumna aventajada en las clases de planeo. De tu boca saldrían todos los
pétalos que crees que necesito. Siempre me quedaré con las ganas de haber
conocido a la rebelde sin causa. Y mejor en invierno. Con los pelicos tan
largos que no se le vean los ojillos. Creo que es la única que te tiene calado.
Y bueno, lo merece.
¿Sabes?
Estaba pensando en "y un beso de esquimal entre otros que no lo son
tanto" mientras me lo dabas. Recordé algo que había escrito sobre ti meses
antes pensando en el anterior. Joder, le diste vida a mi literatura. Fue
precioso.
Que mientras
tú no sabías como deshacerte de mi yo me estaba dedicando a escribirte entre
operaciones un cuento lleno de ventajas. Como el de Lucía y el sexo. Mi
primer escrito de más de una carilla. Algo con principio, nudo y desenlace.
Que había
demasiadas escenas de películas que quería recrear contigo. Hacerte mi Señor Quincampoix.
Con BSO incluida. Besarte como Evey Hammond. Ser Serah. Ponerme un bañador
negro y representar esa escena de Leaving Las Vegas. Y también el
momento de los regalos. Decidir entre los dos si soy Ana o la chica del final
de El lado oscuro del corazón. Creo que tengo más de Oliverio. Lavarte
como en Copying Beethoven. Reconocerte en otros cuerpos como en El
viaje de Chihiro. Responderte "porque todos los demás me aburren,
tú eres diferente" como Stephane en La ciencia del sueño si tú
me preguntas "¿por qué yo?". Que me dijeses como a Marla en El
club de la lucha eso de "me has conocido en un momento extraño de
mi vida". Ver todo caer con la tranquilidad de que tengo tu mano. La
misma que habría sentido al perderme contigo por todos los puntos geográficos
que dicen que existen. Todos esos puntos que siguen sin estar fosforitos en mi
mapa de viajes. La misma que habría sentido al hacer una ruta por el Reino
Unido para descubrir las yonosécuántas maravillas de Bansky. Acompañados
por mi no-orientación y tu despiste por naturaleza.
Perdernos en
tu Polo sin Norte ni Sur ni GPS. Allí nos tocaría hacer de Mi vida sin mí.
Poner Senza Fine y decirte que si no me besas me voy a poner a gritar.
Descubrir que cara pones al conducir. Hacerte rabiar cambiando canciones. O
ponerte la cabeza como un bombo con mis desafines. Aprender a enfadarte.
Causas. Efectos. Epidemiología. Y a deshacerlo con un movimiento. Sin fármacos.
Me quedaba también arrancarte una carcajada. No una sonrisa. Ni una risa a
medias. Carcajadas. Hacerte reír tanto que te doliesen las costillas. Y ser
consciente de que el kilómetro 0 está en tu garganta.
Quería
aprender tanto de ti. Más aún. Ya sabes que comenzaste a alimentarme desde el Big
Bang. Descubrirme hombres que cambian los días y la vida. También se aceptan
mujeres, ¿eh? Aprender a montar en bici. O a meter el culo en las cestas de Cruzcampo.
Y los patines. Encontrarnos en librerías desconocidas y salir con algún tesoro
no reconocido. Golpear las venas como tú lo haces. Bailar en la calle sin
música. Aprender a decir todo aquello para lo que nunca me instruyeron. Y a
pronunciar a la perfección esa palabra que tanto te gusta. Practicar lo que
aprendiese en clases de piano sobre tus costillas. Besarte debajo de la lluvia.
O bajo la alcachofa de la ducha. Lluvia artificial. Desnudos en la playa. O
vestidos en la bañera. Experimentar[te]. Demostrar científicamente si es
posible besarte con desgana. O saber cuántos capítulos de un libro te caben en
el cuerpo. Ver si se desgastan o se corren los bolígrafos al saber que te
transitarán. Me quedaron demasiados etcéteras que vivir[te].
A menudo
creo que los espías te tienen en un zulo. Y que no eran sino tipejos de
Coca-cola. Por eso que no paren de decir que hay razones para creer en un mundo
mejor. Y es que la vida es menos puta desde que me dijeron eso de "vengo a
hablar contigo porque me han dicho que eres una tía muy
interesante".
Sonríe chico guapo de la gorra. Que yo lo hago siempre que te cuelas en mi materia gris.