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Intenté escapar de las palabras. Quería crecer. Tal vez lo haga con ellas. O tal vez agarre la mano de Peter para siempre.
No aguanté. No sé si ellas me pertenecen o yo les pertenezco a ellas. Me tienen calada.

sábado, 19 de noviembre de 2011

De anónimos no alcohólicos. Y quirófanos

Desperezarme entre tus pies que aún andan calientes de humo y humor. Me dejaste sin sábanas en un vuelco de mariposas. Quitarme las legañas en el camino que emprendí a tientas entre tu tibia [lengua] y tu peroné [-cesito tu saliva]. Hacer mi cuerpo cóncavo a tu rótula sin cabos. Como si te tuviera en el planeta Venus. Entre [Para. Por. Según. Sin. Sobre. Tras].Mis piernas. Como ves me aprendí bien las preposiciones. Ahora me tocan las proposiciones. Que me perdone el dios conSIDArado por el pueblo porque escribo esto en la puerta de una iglesia. Tampoco hay tanta diferencia entre nosotros. Ellos andan ansiosos por comerse a cristo en hostias consagradas. Y yo ando a hostias por las horas por no poder comerte. Que tú sí que eres sagrado.  Pisar a fondo entre tus muslos. Cambiaré a la marcha que decidas. Pero no me pidas que frene. Tengo demasiados niños aquí delante como para hablar de donde quise aparcar y tragarme las llaves. El sin vivir de tu bajo ombligo. Habrá que saltar por el precipicio y comprobar si sabemos volar(nos). Que no los sesos. Si no los sexos. Los nexos. Los plexos. Aunque tú y yo podríamos echar los polvos [de estrella] con las mentes que quisiéramos. Y hacer que el eje de la tierra varíe unos grados. Los mismos que nuestros cuerpos de temperatura.
Ando a susurros por tu abdomen para no despertarte. Siempre rodeando a tu ombligo por no caer en él y volverme tunombrecentrista. Me agarré a tus costillas flotantes pidiéndoles explicaciones de por qué precisamente me hacías sentir así. Surfeé entre tus cartílagos costales hasta llegar a tu esternón dónde la brújula me indicó el Noreste. Allí marqué tu suelo por si algún día tenía bandera. Me tumbé y aprendí que los Nocturnos de Chopin no tienen nada que hacer contra uno sólo de tus latidos. Y menos si el director de la orquesta hace comenzar a tocar a los instrumentos de viento [de tus inspiraciones y expiraciones]. El culmen de la obra será cuando rompan los de cuerda [de tu garganta] en mis oídos tardíos. Me deslicé por esos brazos que a veces no sientes tras derramar todo el alcohol de mis ojos borrachos. En tus metacarpianos me tartamudearon las piernas al recordar cómo te diste la vuelta y me pediste un abrazo. Entre tus dedos movimientos de ballet. Que me remordería la conciencia [y más te re-mordería a ti] dejar sin suministro eléctrico al resto de los perecederos. Y pensar que tocaron al dios de dioses y yo sin saberlo.
 En el peregrinaje hacia tu garganta fui dejando migas de sonrisas. Por si algún día tenía que exiliarme de tu cuerpo. Ya sabes, debo tener de reserva. Que la patria se añora cuando está lejos. Me convertí en la estrella de mi circo haciendo equilibrios entre tus clavículas. Lo tenía fácil. La gravedad me lleva a ti por lo que jamás caería. Deseé terminar mi metamorfosis. Ya tenía alas. Pero joder, quería ser un maldito cisne. Olvidarme de las estaciones enredada en tu cuello. Avancé por tu nuez a besos ventosados. Lástima que no fuera digerible. Abrirse camino entre tu barba no fue fácil. Ese condenado carácter sexual secundario era para mí como un suelo de lejía para los gatos. Me dilataste las pupilas y los vasos sanguíneos pasos después de tu barbilla. Creí no poder salir de allí. Me sentí Mark Renton en la cama de su cuarto. Emergí de tu desem[boca]dura anclando tus comisuras en los pómulos donde caían las pestañas de mis deseos de aniversario. Fue un acto kamikaze hacerte sonreír. En tu nariz vivían un poblado de esquimales. Me dieron la bienvenida con abrigos cosidos con tu maldita dulzura. Me desvié del camino por un punto que siempre esperé que fuese Y seguido. Nunca aparte. Cuentan las leyendas que se llamaba lunar y que era el primero de muchos. Esa sería mi siguiente ruta. Y en el tobogán de tus pestañas me advirtieron el final que me esperaba. Yo no quería morir si no era con tus puñalás. De un salto me colgué del lóbulo de tus orejas para preguntarte porqué habías tardado tanto. En todos los sentidos. Como siempre. Tu pelo fue mi colchón y mis sábanas. Volví a conciliar. El sueño. Tu sueño. La vida. Mi vida.

Arrancaré los segunderos para hacerme agujas de tejer. Que toda esta mierda nunca fue menos mala como cuando te tuve en 120 centímetros.


2 comentarios:

  1. Buah, qué grandeza joder.
    Es cojonudo.
    Plisplas

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  2. Me gustaria poder sentir como sientes tu, yo hace tiempo que me aleje de esperar nada de nadie, y ahora ya no recuerdo como se confiaba...Es lo que llamo mis ruinas de roma[amor]

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