He vuelto a engañarme. Le di fin a esto porque no me parecía justo para nadie. Para ti. Para mí. Para mis órganos vitales. Pensé también que quizás si le quitaba la droga al yonki pediría explicaciones. Pero que va. Tal vez ni te diste cuenta de que cerré las puertas durante estos últimos y no tan últimos días. Pero ya sabes, me tienen calada. Leí una vez algo así como "Te escribo a ti, que no me lees". Bueno. Tú si me lees. Creo que siempre lo preferiste. Yo, si me permites, prefiero escucharte. En un radio de 3 mm si es posible. He ahí la razón de todo. Aquí la historia sería más bien "Te escribo a ti, que si me lees, pero callas" Y me odio por hacer esto. No quiero mendigar. Sí. Te dije que nunca necesitaba respuestas. Que me bastabas con ser. Y claro que me basta con eso. Tal vez porque sé que no te merezco. Que el karma sobrepasó sus límites conmigo al hacerte aparecer. Pero quiero hacerlo. Merecer.
Te. A ti. Contigo.
Quiero que me bastes con ser. Pero también con estar.
Ya no sé ni que decirte ni que soñarte para que no (te, me) olvide(s).
Para que me des la dirección de tu asteroide. Si no quieres bajar al planeta de acuerdo. Siempre he querido exiliarme.
Para que, como bien sabes decía Benedetti, un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites. Lo de quedarme en tu recuerdo creo que lo conseguí.
Te ofrecí construir un nuevo canal. Sin exclusas. Ni excusas. Que comunicase tu mirada atlántica con mi natural pacífico. Como en el final de El lado oscuro del corazón. Ese al que tú le pusiste bombillas. Tu señal fue rara. Con interferencias quizás. Quise compartir contigo el día de mi Valiente Veraz y Vengativo enmascarado. Te ofrecí mi calendario. Mis cuándos. Mis dóndes.
Ofrecí, me. Y no sé si se atascó tu cinta de cassette. Si saliste corriendo. Si lo tiraste todo al contenedor. O si tienes una madeja de lana en la cabeza de la que no encuentras el principio.
Si vas a desaparecer dilo. Dilo. Alto y claro. O con mesura y buena letra. Pero dilo.
Y llévate contigo los pactos con la CIA. Con Paulo Coelho. Y con Morfeo. Llévate las ambulancias. Los apellidos. La fórmula1. La lluvia. Llévate las F que quito de cualquier lugar. Las canciones que te toman por protagonista. Y los renglones de los libros en los que te encuentro durmiendo. Llévate las colonias de los grandes almacenes. La parcela 7. Los lugares donde te imaginé y apareciste. La parada del 13. Los cuartos ajenos que te dan contracciones. Las películas que tienen complots contra mí. Llévate la sonrisa inmaculada de ese que me mira desde mi escritorio.
Pero joder, quédate. En la forma que quieras. Que no sea de recuerdo. Ni de alucinación. No habrá adjetivos calificativos. Ni fotos. Nadie sabrá qué, cómo, cuándo ni dónde. Me estoy desintoxicando de esos mundos, ¿sabes? Estarías orgulloso de mi. Tendré que volver a Londres a mandar a la mierda al hindú si no apareces.
Dije que era incapaz de mentirte. Y bueno, en realidad no lo hice. Sólo no te lo conté. A mí también me das miedo. Me lo diste al día siguiente del número 27 cuando no dejabas de mirarme. Sentí miedo cuando supe que en poco tiempo ibas a cumplir dos años de vida. Me dio miedo pensar que no hubieras vuelto a nacer. Me da miedo escribir. Hablar. Contar. Agobiar. Desear. Soñar. Pensar. Extrañar. Todo terminado en te, ya lo sabes. Y sobre todo me dan miedo tus idas y venidas. Que te canses de mi enfermedad mental. Construir Everests de granos de arroz. Y que yo parezca la Penélope de Serrat en la estación de tren.
No sé. Hagamos un trato. Yo te ofrezco seis de mis siete vidas. Y tú, no sé. Podrías quedarte en ésta un ratico más a mi lao.
me gusta tu blog, he curioseado un poco y he encontrado el poema de "báilame el agua". esto promete.
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