Hoy hablaba con un buen hombre. No sé ni cómo salió la conversación pero me dijo:
-Si es que eres una niña, ¿qué tienes? ¿Veintidós? ¿Veintitrés?
-Veintiuno- respondí.
-Fíjate, veintiuno, eres una niña, yo te veo como una niña. Aunque tú te veas como una mujer, aunque te vean como a una mujer, a mis ojos eres una niña. Y seguro que a los de tu padre también. ¿A que te lo dice? Que siempre vas a ser una niña para él.
Me limité a sonreír. Pero insistió.
-¿Eh? ¿A que sí?
-Sí, me lo decía, me lo decía...
Y su cara. Y mi dolor de hablar en voz alta en pasado. Y saber que sí. Que a sus ojos lo era. Y que no quería que jamás me viese de otra forma.