Los domingos se me hace esdrújula la nostalgia. Siempre se me acentúa.
El día de la marmota ha venido a manifestarse. Y estamos como hace meses. Ya podían los tumores ser temores. Y que se difuminasen con abrazos. Pero a los cromosomas les resbala el amor por los telómeros.
Los hologramas que dejó por el camino hacen su tertulia semanal. Siempre después de las doce. Hablan de mordiscos en los hombros y de cinco guepardos impresos en un gemelo. De mirar a la izquierda. De abrazar a la almohada.
Abrazos. En eso he pensado hoy.
En cómo
los rescates financieros
los elefantes asesinados por reyes
la subida de tasas
el paro imparable
la iglesia que se libra del IBI [y no sólo del mal, amén]
el fin del mundo de los mayas
las extirpaciones de cadenas mamarias
todo
todo, haría menos daño allí.
En la guarida que empieza con la trenza de mis brazos alrededor de tu cuello. Me enreda tus ramas en los costados. Y termina respirando cercana a tu nuca lo más parecido a la paz que he olido nunca.
Pero sólo me queda el confluir de factores genéticos y ambientales esperando que me den alucinaciones táctiles. O recortar un trozo del infinito que envió y guardo bajo el colchón.
Poder contar contigo. Como Benedetti. Y números también.
Que no es lo mismo un hasta nunca que un hasta siempre.
Que el horóscopo hoy me ha dicho "Marina querida, el Cielo se abrirá para ti". Y que no era una falta ortográfica. Te ha nombrado.
Y yo he pensado: "Ojalá que sea que viene a darme uno ultrasónico"