Esperaba mucho de él. Mucho. Pero sabía que estaría a la altura. Que se reiría de ella. Me tenía muda. Absorta. Y de rodillas. Como a Bécquer. Haz conmigo lo que quieras. Le susurré. Le grité. Le dije. Con palabras. Con las córneas. Con los dedos. Y así lo hizo.
Nunca me sentí más cerca de la libertad. Sonreí. Y me retorcía cada vez que escuchaba salir la maldita palabra de su boca. Libertaz. Rememoraba todos los movimientos. Me enseñaba a cada línea que escribía en mis oídos. Abría puertas. Aurículas. Ventrículos. Y pupilas. No sabía que sería lo siguiente. Sin embargo no quería que el momento terminase. Me despistaba. Me mantenía en vilo. Sabía sorprenderme. Iluminarme. Claro que provocaba mis terremotos. No hacía falta que apretase su estilo para que me desnudase. Tengamos estrellas. Seré la luna si tú me dices cómo.
Me pidió que le bailara. Y a mí me divertía. Mis brazos tirados con helio. Mi melena que quería que mis costillas se riesen. Y mis caderas comenzaron a correr detrás de la batería con el fin de atrapar el ritmo entre mis muslos.
Frené en seco. Su gravedad se me agarró dentro. La de Newton. Y la de su tono. Me vacila. Me provoca. Me conoce. Sabe que me encantan los cereales de fibra. Él se folla los versos de los demás. Y yo quiero que esa maldita canción haga trabajos manuales en el camino que sigue a mis rodillas.
Me incapacita. Anula mis funciones vitales. Vuelve voluntario todo aquello que no lo es. Me importa una polla los babeos y el olor a alcohol. Es más, ya sabes que me encanta. Y me [re]bautizo con su santa saliva para llamarme Serah.
Me reclino en el sillón. Reptan por mi dermis sus versos insensatos. Serpientes que arquean columnas. Y propagan extremidades. Dudo de mi condición humana. ¿No serás tú uno de esos encantadores flautistas? ¿Acaso si abro mi boca puedo asegurar que mi lengua no es bífida? ¿Era el amor al sexo o al saxo sin amor lo que nos guiaba? Y sin avisar [como traidoras] me muerden. El latido que habitaba en mi coño se fuga a mi cabeza. Arde. Duele. Es el no poder devolverles el brillo lo que vierte cataratas oculares. Es acabar así sin poder evitarlo.
Pero si él lo dice no lo haré. No me rendiré señor, a ti me debo. Limpia el tono plomo. Succiona para quitar el veneno. Sabe poner puntos simples. Colchoneros. E incluso grapas en mis heridas. No pregunta si son quirúrgicas. O traumáticas. Deshace mi fatiga crónica cada vez que se me cae el velo y veo la mierda terminal que nos acuna. Así es él. Me salva. Porque sabe que aún soy una niña. Que no merezco poner sílabas a mi dolor. Mi analgesia. Mi anestesia.
Hay quien dice que hay palabras que cambian de piel y parecen más dulces. Haz un trueque de piel por música. Esto ya es íntimo. Y tenemos compañía. Pero más kamikaze soy yo por no parar. ¿Chica misteriosa? No creo. Más bien lo contrario. Conmigo sí que tendrías un auténtico abrigo. Es lo que soy. ¿Te mareas?
Por fin. Aquí está. Nunca será tan hipnotizante como con Dernier Domicile Connu. Sin embargo es perfecta. Con y sin alcohol. Miro al suelo. Un palmo y medio para pisar tierra. No creo que se pueda evitar[te]: No [l]evitar.
Es constante. En la azotea. Y en el subsuelo. Antes de salir. En lo que dicen los demás. En las salidas con Baco. Y en sus secuelas. Pero nunca en mis sueños. Morfeo está celoso. Dicen que El Padrino es la respuesta a todo. Yo creo que eres tú.
Me buscaron 16 veces por esos renglones. Antes de que aparecieras. Sí. Señales. Tampoco sé dónde está Adán. Podría hacer un pastel con la manzana. Y fumarme las hojas de parra mientras espero. Sé que tú ya tienes Eva.
No te fíes. De ti salió eso de más de lo que digo es lo que escondo. Bien lo sabes. Está dentro de mí, no conmigo. Eso es a lo que yo llamo ático. Mi infierno personalizado. Donde todo entra y poco sale. Por suerte está tu empuje. Escucha. Escucha atento. Estoy renaciendo. ¿Sabes que podrías llevar a la quiebra a todas las empresas farmacéuticas? El prozac quiere llevarte a juicio. Sin embargo disminuyó el paro entre los fisioterapeutas. No sabes cuántas contracturas hay de tanto sonreír.
Volver a volver a empezar. Te salvó. Y ahora tomas el relevo. Llega la primera que nació. ¿A qué altura estaré ya? Puedo mofarme de las azoteas. Ando más arriba. ¿Cuánto tendré que esperar para que el ritmo me diga eso? O mejor que el ritmo. Se elevan mis comisuras a cada nota del bajo. El precio del poder. Esto es mejor que toda la montaña de coca de Tony Montana.
Un invitado inesperado. Escandaloso. Nunca mejor dicho. Escandalosa manera de aojarme.
Bendito el día que te nombraron para mí. Y la boca de la que saliste. No todos tienen la suerte de encontrar en su camino jazzimientos.Mi Karma es un buen chico.
Me plantan el postre delante. El buen sabor de boca es proporcional a las ganas de más. Maldita suerte tiene la cariátide que sostiene tu cuerpo. ¿De tu boca sale algo malo alguna vez? No hay peritos capaces de evaluar tu grandeza. ¿Quién podría no tener después de esto días largos suficientemente buenos?
Que gracias, joder. Gracias. Por los botes salvavidas. Por el milagro de 1980. Por el 799 de 4000. Por lo músicos a los que nadie escucha. Por la música pura.
¿Por qué decidiste permanecer pobre, dejándome a mí tan rico?